Adad estaba fascinado y a la princesa le daba lo mismo, así que mientras algunas sirvientas le mostraban patrones y telas distintas, la joven ayudante se encargó del cabello de Sakti. Pero entonces dijo:
—Qué interesante es este cabello. Aunque creo que no es tan bonito como el que dicen que tenía la princesa Istar. Qué decepción...
Y ¡ZAZ! Fue tan rápido que la doncella no pudo ni gritar en los primeros segundos.
—Ooops... —dijo Adad—, parece que te has metido la tijera en el ojo. Qué peligroso es bromear cuando se tienen objetos punzocortantes en la mano, ¿verdad?
En un principio, la joven ayudante pensó que el príncipe estaba bromeando. Porque, después de todo, ¿cómo podría decir algo tan serio mientras sonreía tan encantadoramente, y con la mano en el puño de la tijera que se enterraba en el ojo de la sirvienta? Pero después, con el ojo sano, vio que las demás siervas la miraban con horror mientras Sakti la ignoraba. Luego, Adad sacó la tijera y en ese momento ella sintió el dolor. Y gritó. Y aulló. Y se retorció en el suelo, mientras el príncipe jugaba con las tijeras.
—El cabello de mi hermana es hermoso tal cual es. Te dejaré conservar el otro ojo con tal de que lo aprecies mejor, ¿de acuerdo? —Y lo dijo como si su oferta fuera muy generosa.
El canto del Dragón: ¡Terminada mi séptima novela!
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El canto del DragónEs hora de que los Dragones elijan un camino para que el
mundo empiece a avanzar sin ellos. Sin importar lo que elijan, los tres
jueces ...
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