El lunes me di cuenta de algo que temí por mucho tiempo: faltaba UNA semana para el final de mis añoradas vacaciones. Pero ¿tuve tiempo de sufrir por ello? No. Estuve muy ocupada y preocupada por ustedes ya saben quién y qué. ¿Tuve tiempo de aprovechar mi semanita y ser feliz antes de lanzarme al horno del Infierno que será el intimidante último año de Universidad? ¡MENOS!
Me ha alcanzo el viernes, y se ha esfumado sin más la última semana de lo que prometían ser las vacaciones de mi vida. Ni siquiera estoy en el estreno de Alice in Wonderland (y ¡AY! del que me restriegue en la cara que ya fue a ver la película ¬¬). Mis vacaciones me han tratado tal y como Blaine el mono, y aunque me invitan a escribirles no responderán mis cartas. Si todo sale bien, después de un nuevo año de lecciones, diversiones y torturas llegará otra vez el verano; las vacaciones me abofetearán en la cara o simplemente cruzarán a la otra acera y apenas si me saludarán con la mano, pero NO me dejarán saborearlas. Son un destino de entregas que no me enviarán ni sus más breves carcajadas.
Así que... ¿qué es lo que les digo hoy? Aprovechen el tiempo libre que tengan por más corto que sea, y aprovéchenlo en ustedes, solo ustedes. Hoy, una vez más, me quejo de no ser capaz de seguir mi propio consejo y en empeñarme en usar mi tiempo en algo que no me hace del todo feliz. Hoy, una vez más, la dulce primavera -bueno, verano en mi caso- me ha dejado.
Y la verdad es que temo que la próxima vez que florezca para mí, yo esté ya demasiado sedada como para disfrutarla. Crucemos los dedos para que no sea así.
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