—Pero ya estás aquí y eso es lo que importa. Ahora ve a verlo. Está delirando un poco. —Otra detonación se escuchó sobre sus cabezas pero ninguno de los dos la miró—. Quizá tú, tu optimismo y tus sermones puedan ayudarlo. Creo que ya no soportaba mi “encantadora” personalidad, como tú mismo lo dijiste, y le agradará escuchar alguna historia mientras esto dure. Y más vale que tengas razón —agregó mientras se marchaba— y que la princesa sí pretenda traer ayuda a Masca.
Enlil no terminó de ver cómo su amigo se marchaba por el pasillo a cumplir con su labor como General e infundir ánimo en los soldados, sino que siguió con su camino rumbo a la Sala del Trono. Tendría que dejar de lado esa sensación de olvido que le embargaba y concentrarse en lo que más apremiaba.
Abrió las puertas del gran salón y allí lo vio, sentado en su Trono y rodeado completamente por los cables de sincronización, que apenas le dejaban el rostro descubierto para que pudiera respirar. El Emperador tenía la mirada clavada en el techo, pero sus ojos estaban completamente opacos. Eso, sumado a su palidez, daba la impresión de que estaba muerto.
El canto del Dragón: ¡Terminada mi séptima novela!
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El canto del DragónEs hora de que los Dragones elijan un camino para que el
mundo empiece a avanzar sin ellos. Sin importar lo que elijan, los tres
jueces ...
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